¡Esto NO es Halloween!
¿Qué celebramos la noche del 1 de noviembre?
Muchas personas dirán que Halloween. Pues es cierto, se celebra Halloween, pero se celebra en EE.UU. y allí donde quieran hacerlo. Pero aquí, en Radiquero se celebra la Noche de las Ánimas. ¿Por qué se celebra? Porque nuestros padres, abuelos, bisabuelos y tatarabuelos ya lo celebraban mucho antes que nosotros y mucho antes que los americanos celebrasen Halloween… porque el origen de Halloween es precisamente esta fiesta que vamos a disfrutar, la noche de ánimas y el día de Todos los Santos… porque Halloween significa, ni más ni menos que Todos los Santos (All= todos ween=almas o santos).
¿Cómo llegó nuestra festividad a EE.UU?
Fue exportada por los emigrantes irlandeses, que vienen celebrando esta festividad desde épocas druídicas o de los celtas. Ellos lo llamaban Samain y celebraban el comienzo del invierno o de la mitad oscura. Para los druidas, desaparecía el velo que separa nuestro mundo del «otro», provocando el tránsito de los moradores del otro lado a éste. ¿Les suena? Son nuestras «almetas» y «totones». Según Manuel Benito «tienen el primer día y la primera noche de ese mes para integrarse a los espacios acotados para ellas: los cementerios».
El ir de puerta en puerta tampoco es exclusivo de Halloween. Pedro Arnal Cavero ya recogía en 1941 que: «os escolanos van a pedir por las casas, después de misa, ‘pa´tocar a muerto’, y logran pronto llenar un par de canastas con pan, cebollas, patatas, nueces, vino, frutas y mostillo duro”. Todo esto se recogía para hacer una brasada para aquellos mozos que se quedaban toda la noche tocando a difunto en intervalos de una hora. Esto, según J.Antonio Adell, es la «castañada» ribagorzana.
Calaveras-calabazas
En origen, las calaveras se colocaban en las ventanas y puertas no para espantar a las personas, si no para que las ánimas pasaran de largo al pensar que esa casa ya estaba «dominada» por una almeta. Para Josefina Roma, «las calaveras lumínicas guían en el tránsito a las almas de los difuntos que pasan por los pueblos en ese día».
Rafael Andolz también recoge el testimonio de esta costumbre: «los mozos mayores ponían en el campanario y por las esquinas de las calles unas calaveras para asustar a los pequeños y a las mozas. Se trataba de media calabaza ahuecada […]. Dentro, colocaban una vela encendida cuyo resplandor salía por los orificios de la calavera y su visión nos producía escalofríos».
Otro testimonio de Todos los Santos y calaveras lo recoge Chesús de Mostolay en el libro «Acordanzas de San Pelegrín» donde Pascual Grasa recuerda: «Y resulta qu’una bez, o padre d’iste Rafael Ayerbe Santaolaria […], pos resulta que como sabeba que o cura sobiba á fer misa por a noche, por a tarde á zaguer ora ta San Pelegrín, pos allí n’o ziminterio Radiquero, que teneba que pasar por alante, ba y me le casca no sé si una calabera u no sé qué pa espantar-lo, pa fer´-le miedo, y iz que llegó allí o cura y, ¡plaf!, iz que le cascó un ganchazo que lo mandó to aquello á cascar-la quemisió t’ande».
Cada uno es muy libre de celebrar esta festividad como quiera. Pero siempre y cuando sepa que lo que está celebrando es en realidad algo que ha estado siempre aquí, en nuestra memoria.